¿Qué aporta la tecnología y la eficiencia energética para almacenar mejor, producir más, y evitar el desperdicio de alimentos?

¿Qué aporta la tecnología y la eficiencia energética para almacenar mejor, producir más, y evitar el desperdicio de alimentos?

A lo largo de este siglo, la población mundial podría alcanzar los 10.000 millones de seres humanos, una cifra que podría incrementarse aún más a comienzos del siglo XXII, según las previsiones de la ONU, aunque otras fuentes hablan de un cambio de tendencia y un pico inferior. Alimentar a una población en ascenso en base a unos recursos ya sobreexplotados se revela como un gran reto.

 

Si bien es cierto que actualmente se producen alimentos suficientes para alimentar a todo el mundo, “casi 690 millones de personas siguen padeciendo subalimentación crónica”, según los datos que recoge la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO) en los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Una situación que se agravará teniendo en cuenta “una menor disponibilidad de tierras, el aumento de la degradación del suelo y la biodiversidad y la mayor frecuencia y gravedad de los fenómenos meteorológicos extremos. El impacto del cambio climático en la agricultura agrava la situación.”

 

Por otro lado, el pronóstico de la FAO sobre la producción mundial de cereales para este 2022 es de 2.792 millones de toneladas, mientras que la previsión de utilización mundial en la campaña 2022/23 alcanza los 2.797 millones de toneladas. ,Para 2030, la organización de Nacional Unidas prevé una tasa de autosuficiencia en la balanza de cereales del 100% a nivel mundial, una tasa que fluctúa en función de la zona que consideremos, estando por encima del 130% en los países industriales mientras que en las zonas subdesarrolladas apenas supera el 80%.

 

En ZIEHL-ABEGG Ibérica creemos que hay otra solución que evita la sobrexplotación y el impacto en el planeta: consumir mejor, pero sobre todo un mantenimiento eficiente de los alimentos. Paz García, directora de segmento de mercado alimentario, pone el foco en las pérdidas y desperdicios de alimentos. Según el Instituto sueco de Alimentos y Biotecnología (SIK, 2011) para la FAO, suponen un tercio de las partes comestibles de los alimentos producidos para el consumo humano, lo que representa alrededor de 1.300 millones de toneladas al año.

 

Mientras que las pérdidas tienen lugar en producción, postcosecha y procesamiento, los desperdicios ocurren al final de la cadena alimentaria (venta minorista y consumo final). Y si bien es inevitable cierto nivel de mermas cuando almacenamos productos orgánicos porque están vivos y respiran, otra parte muy importante de las pérdidas en postcosecha y almacenamiento está causada por un manejo inadecuado o ineficiente, y éstas sí son evitables. Por poner un ejemplo rápido: la producción de cereales en China continental se considera por encima de los 631 millones de toneladas en 2021, (FAO 2022). Un 10% de pérdidas significaría 63 millones de toneladas, más que la producción total de cereales en todo África central y oriental.

 

Almacenar y conservar mejor

 

Con estos datos en la mano, evitar las pérdidas se revela como una cuestión clave para un mundo sin desperdicios. Para ello, es necesario, en primer lugar, identificar los puntos más importantes en cuanto a pérdidas en este eslabón de la cadena: escasa limpieza del producto previa al almacenamiento; inadecuado grado de humedad – proceso de secado tradicional/forzado (falta de instalaciones para realizar las operaciones de manejo); insuficientes infraestructuras de almacenamiento a largo plazo e infraestructuras existentes inadecuadas; efecto ‘caja negra’: ausencia de monitorización básica en almacenamiento; ausencia de sistemas de ventilación (aireación, refrigeración); control y utilización de equipos manuales (escasa “remotización” y conectividad); deficiente manejo de operaciones fumigación, desinsectación y rodentización; falta de integración en la cadena de suministro – intercomunicación y toma de decisiones; y carencias en la formación de personal operativo, entre otros.

 

Existe una brecha considerable entre los conocimientos que la comunidad científica maneja y los que realmente trascienden a gestores, mantenedores, usuarios finales, etc. de los sistemas de almacenamiento en todo el mundo. Es importante poner los medios necesarios para salvarla y que los equipos involucrados en el manejo de las infraestructuras de almacenamiento en todo el mundo tengan a su disposición la información suficiente y sepan cómo utilizarla.

 

Por supuesto, se debe tener en cuenta lo heterogéneo del tejido sectorial en lo que a almacenamiento de granos y piensos toca: desde grandes empresas procesadoras de alimentos hasta cooperativas, granjas, grandes y pequeños productores agrícolas o “brokers” de cereales y productos agrícolas. Los niveles de tecnificación y profesionalización son muy diversos, en línea con los correspondientes niveles de pérdidas.

 

Llegados a este punto, hay que hablar de las soluciones que se pueden implementar para contener las pérdidas y que pasan por capitalizar la tecnología, lo que habría que hacer de forma progresiva, con pequeñas inversiones escalonadas que se recuperen en un ejercicio:

 

  • Equipar el silo con la suficiente monitorización como para saber qué está pasando con el producto almacenado dentro. Registrar exactamente qué entra en el silo en términos de cantidad y calidad y utilizar sensores de capacidad para poder hacer un seguimiento adecuado.
  • Instalar un sistema profesional de aireación/ventilación, como los que dispone ZIEHL-ABEGG en su portfolio. Se trata de la forma más sencilla, efectiva y barata de mejorar las condiciones de almacenamiento, prevenir situaciones y problemas serios y mantener las pérdidas bajo control.

Teniendo en cuenta que la aireación puede implicar un consumo energético importante, especialmente en las circunstancias actuales de precio de la energía, es preciso recurrir a sistemas altamente eficientes que minimicen este gasto. No obstante, la inversión en sistemas de ventilación y el gasto operativo asociado están más que justificados y se recuperan con solvencia, normalmente ya en el primer ejercicio, en términos de reducción de pérdidas y de mantenimiento de calidad de producto a la venta.